Literatura Española del Siglo XVII

QUEVEDO

 

4.1.- Documentos biográficos

4.1.1.- INFORME DE LA JUNTA DE REFORMACIÓN (24-III-1624)
(Quevedo tenía 44 años)

Las Ledesmas, la una está casada con un músico; no da escándalo de vivir mal; y por esto y ser casada no se puede tocar en ella. La otra estaba amancebada con don Francisco de Quevedo y tienen hijos. Esta amistad, en cuanto a comunicación de pecado, está dejada, en particular ahora él vive de asiento en la Torre de Juan Abad [a causa de su segundo destierro en 1621], y de presente está ausente en jornada de S[u] M[ajestad] [formó parte del séquito de Felipe IV en su viaje por Andalucía]. Tendráse cuidado en volviendo, con ver si reinciden. (Quevedo: Antología poética. Castalia Didáctica 20, 1989)

4.1.2.-SOBRE EL ÚLTIMO ENCARCELAMIENTO DE QUEVEDO, a los 59 años (1639)

4.1.2.1.-MEMORIAL expedido por Quevedo en su prisión el 7 de octubre de 1641, y ofrecido a la consideración del Conde-Duque de Olivares.

"Señor: Un año y diez meses ha que se ejecutó mi prisión a 7 de diciembre, víspera de la Concepción de nuestra Señora a las diez y media de la noche. Fui traído en el rigor del invierno sin capa y sin ninguna camisa, de sesenta y un años, a este convento real de San Marcos de León, donde he estado todo este tiempo en rigurosísima prisión, enfermo con tres heridas, que con los fríos y la vecindad de un río que tengo a la cabecera, se me han cancerado, y por falta de cirujano, no sin piedad me las han visto cauterizar con mis manos; tan pobre, que de limosna me han abrigado y entretenido la vida. El horror de mis trabajos ha espantado a todos...

(Fidel Fita,S.J.: Boletín de la R. Academia de la Historia)

4.1.2.2.- CARTA A ADÁN DE LA PARRA

"Aunque al principio de ella tuve mi prisión en una torre de esta santa casa, tan espaciosa como clara y abrigada para la presente estación, a poco tiempo por orden superior (no diré nunca que por superior desorden) se me condujo a otra muchísimo más desacomodada, que es donde permanezco.
"Redúcese a una pieza subterránea, tan húmeda como un manantial, tan oscura que en ella siempre es de noche, y tan fría que nunca deja de parecer enero. Tiene sin comparación más traza de sepulcro que de cárcel...
"Tiene de latitud esta sepultura, donde enterrado vivo, veinte y cuatro pies escasos (6,5 m.) y diez y nueve de ancho (5 m.). Su techumbre y paredes están por muchas partes desmoronados a fuerza de la humedad; y todo tan negro que más parece recogimiento de ladrones fugitivos que prisión de hombre honrado.
"Para entrar en ella, hay que pasar por dos puertas que no se diferencian en lo fuerte. Una está al piso del convento, y otra al de mi cárcel, después de veintisiete escalones, que tienen traza de despeñadero. Las dos están continuamente cerradas, a excepción de los ratos que diré, en que, más por cortesía que por confianza, dejan la una abierta, pero la otra asegurada con doble cuidado.
"En medio de la pieza está colocada una mesa, donde escribo, que es tan grande que admite sobre sí treinta o más libros, de que me proveen estos mis benditos hermanos. A la derecha, que mira al mediodía, tengo mi lecho, ni bien muy acomodado, ni bien sumamente indecente. Cerca de él está el de un criado que se me permite, de cuyo salario que deberá gozar aún no he formado concepto, creyendo no será ninguno suficiente para satisfacerle el mérito de una tan voluntaria como penosa prisión, que padece por el gusto de servirme...
"Aunque regularmente estamos lo más del tiempo los dos solos en esta triste habitación (cuyos aparatos se componen de cuatro sillas, un brasero y un velón), no falta bastante ruido, pues el que mis grillos causan excede a otros mayores, si no en el estruendo, en lo lastimoso.
"No hace muchos días tenía dos pares, pero logró orden para dejarme sólo uno (pretendía se quitasen ambos) un gran religioso de esta casa. Pesarán los que hoy tengo de ocho a nueve libras (de 3,5 a 4 kg.); advirtiendo eran mucho mayores los que me quitaron. Y con ser tan grande el defecto de mi pierna, y mayor con el peso y sujeción de los grillos, ando con ellos como si no estuviera cojo. Dios ayuda al hombre perseguido como con superior atención; si da nieve también da lana, para que la una hiele, la otra abrigue...

(Fidel Fita,S.J.: Boletín de la R. Academia de la Historia)

4.1.2.3.-CARTA DEL CONDE DUQUE DE OLIVARES A FELIPE IV (19-X-1642)

[...] pues como V[uestra] M[ajesta]d sabe para el negocio de D. Fran[cis]co de Quevedo, fue necesario que el duque del Infantado, siendo íntimo de don Fran[cis]co de Quevedo (como él lo dijo a V. Md y a mí), fue necesario que le acusase de infiel, y enemigo del gobierno y murmurador de él, y últimamente por confidente de Francia y correspondiente de franceses [...] (Publicada por J.H. Helliott)

4.1.2.4.-JOSÉ PELLICER (1602-1679): AVISOS HISTÓRICOS

El vulgo habla con variedad: unos dicen era porque escribía sátiras contra la monarquía: otros porque hablaba mal del gobierno; y otros, con más certeza, según me han dicho, aseguraban que adolecía del propio mal que el señor nuncio, y que entraba cierto francés, criado del señor cardenal Richelieu, con gran frecuencia en su casa. Hasta ahora no hay mayor luz. (Ed. Tierno Galván. Taurus, 1965)

(Textos extraídos de Francisco de Quevedo: Antología poética. Castalia Didáctica)


4.1.3.-
CARTA DE QUEVEDO A D. MANUEL SERRANO DEL CASTILLO (16-VIII-1635)

Nacemos para vivir, y vivimos muriendo y para morir, y morimos para nacer a segunda vida. Mejor séquito tiene el morir que el nacer; a la vida sigue la muerte, a la muerte la resurrección. Vivimos tiempo, que ni se detiene ni tropieza ni vuelve. Está en nuestra mano lograrle, no hacer que se pase; de tal condición, que ni lo pasado se ha de sentir después ni lo por venir antes. De aquél es medicina el olvido, déste la prudencia. Quien se embaraza en sentir lo pasado, pierde lo presente y aventura lo por venir. Lo que fue, como no es, no puede dejar de haber sido; lo que es, como no era poco antes, dejará de ser poco después; lo que aún no es, si se desea o si se teme, se padece [...].
Señor don Manuel, hoy cuento yo cincuenta y dos años [Quevedo se quitaba 3 años, tenía 55], y en ellos cuento otros tantos entierros míos. Mi infancia murió irrevocablemente; murió mi niñez, murió mi juventud, murió mi mocedad; ya también falleció mi edad varonil. Pues ¿cómo llamo vida una vejez [murió 10 años después] que es sepulcro, donde yo propio soy entierro de cinco difuntos que he vivido? ¿Por qué, pues, desearé vivir sepoltura de mi propia muerte, y no descaré acabar de ser entierro de mi misma vida? Hanme desamparado las fuerzas, confiésanlo vacilando los pies, temblando las manos; huyóse el cabello, y vistióse de ceniza la barba; los ojos, inhábiles para recebir la luz, miran noche; saqueada de los años la boca, ni puede disponer el alimento ni gobernar la voz; las venas, para calentarse, necesitan de la fiebre; las rugas han desamoldado las faciones; y el pellejo se ve disforme con el dibujo de la calavera, que por él se trasluce. Ninguna cosa me da más horror que el espejo en que me miro: cuanto más fielmente me representa, más fieramente me espanta. ¿Cómo, pues, amaré lo que temo? ¿Cómo desearé lo que huyo? ¿Como aborreceré la muerte, que me libra de lo que aborrezco y me hace aborrecible?
La vida en todos empieza con los accidentes de la muerte, que son lágrimas y suspensión del ejercicio de las potencias y sentidos. El que nace, aún no lo tiene; el que muere ya no le tiene. Nace el hombre y vive sin saber que vive, y empieza a vivir y a morir juntamente. No sabe la boca hablar, y grita; no sabe el pie andar en el camino de la vida, y sabe caminar en el de la muerte.
Malicia delincuente es rehusar y temer el hombre la muerte natural, cuando en las pendencias y guerras la busca y solicita, y la sale a recebir por el interés de la paga, o por la ambición de la honra, o por el capricho de los príncipes, o por su venganza o por su malicia; y ¡rehúsala, siendo ley común irrevocable y universal, siendo fin forzoso de la vida, siendo disposición de gloria para el espíritu, del descanso para el cuerpo! Antes se debiera sentir el envejecer que el morir, y ninguno rehúsa el envejecer, y es bendición agradecida el llegar a viejos. ¿Quién desde que tiene razón no desea pasar de unas edades a otras? ¿Quién no desea que a la edad varonil no se añada la vejez?
De manera que todos deseamos llegar a viejos, y todos negamos que hemos llegado. Queremos que se alargue la vejez, y tememos la muerte, y cuando estamos peleando con ella, la rehusamos, y antes se padece que se cree. Tememos que vendrá lo que no tememos habiendo venido. La vida es toda muerte o locura; y pasamos la mayor parte de la muerte, que es toda la vida, riendo, y gemimos un solo instante della, que es la postrera boqueada. Esta cobardía más parentesco tiene con la mala conciencia que con la flaqueza del natural, y por esto se debe doctrinar con la enmienda y el arrepentimiento.


(Francisco de Quevedo: Antología poética. Castalia didáctica)

4.1.4.- EPITAFIO DEL LIBELO ATRIBUIDO A PACHECO DE NARVÁEZ


Aquí yace don Francisco de Quevedo, mal poeta y peor prosista, lisonjero temporal, bufonador perpetuo, símbolo de la ingratitud y de la iniquidad, vano presumidor de ciencias (ignorándolas todas), graduado en torpes y deshonestos vicios, catedrático de la sensualidad, cuya mordaz y satírica lengua dijo y escribió mal de todo y de todos, sin eceptar lo divino ni lo humano. ¡Oh tú, que miras su infame sepulcro!, huye de él y ruégale a Dios que le dé el castigo que merecen sus palabras, obras y escritos.

4.1.5.-UNO DE LOS POCOS AUTÓGRAFOS DE QUEVEDO (Soneto "Retirado en la paz destos desiertos...) Puedes leerlo con más facilidad, aunque con muchas variantes, si pinchas en el autógrafo