I, Crisi 4ª: "El despeñadero
de la vida"
—¿Qué
es esto? —dijo Andrenio—. ¿No es ésta
la deseada flota que me decías?
—Sí.
—¿No vienen allí hombres?
—También.
—¿Pues de qué te entristeces?
—Y aun por eso. Advierte, Andrenio, que ya estamos
entre enemigos: y ya es tiempo de abrir los ojos, ya es
menester vivir alerta. Procura de ir con cautela
en el ver, en el oír y mucha más en el hablar;
oye a todos y de ninguno te fíes;
tendrás a todos por amigos, pero guardarte has de
todos como de enemigos. Estaba admirado Andrenio oyendo
estas razones, a su parecer tan sin ella, y arguyóle
desta suerte:
—¿Cómo es esto? Viviendo entre las fieras,
no me previniste de algún riesgo, ¿y ahora
con tanta exageración me cautelas? ¿No
era mayor el peligro entre los tigres, y no temíamos,
y ahora de los hombres tiemblas?
—Sí —respondió con un gran suspiro
Critilo—, que si los hombres no son fieras es porque
son más fieros, que de su crueldad aprendieron muchas
veces ellas. Nunca mayor peligro hemos tenido que ahora
que estamos entre ellos. Y es tanta verdad ésta que
hubo rey que temió y resguardó un favorecido
suyo de sus cortesanos (¡qué hiciera de villanos!)
más que de los hambrientos leones de un lago; y así,
selló con su real anillo la leonera para asegurarle
de los hombres cuando le dejaba entre las hambrientas fieras.
¡Mira tú cuáles serán estos!
Verlos has, experimentarlos has, y dirásmelo algún
día.
—Aguarda —dijo Andrenio—, ¿no son
todos como tú?
—Sí y no.
—¿Cómo puede ser eso?
—Porque cada uno es hijo de su madre y de su humor,
casado con su opinión, y así, todos parecen
diferentes: cada uno de su gesto y de su gusto. Verás
unos pigmeos en el ser y gigantes
de soberbia; verás otros al contrario, en el cuerpo
gigantes y en el alma enanos; toparás con vengativos
que la guardan toda la vida y la pegan aunque tarde, hiriendo
como el escorpión con la cola; oirás, o huirás,
los habladores, de ordinario necios, que dejan de cansar
y muelen; gustarás que unos se ven, otros se oyen;
se tocan, y se gustan, otros de los hombres de burlas, que
todo lo hacen cuento sin dar jamás en la cuenta;
embarazarte han los maniacos que en todo se embarazan. ¿Qué
dirás de los largos en todo, dando siempre largas?
Verás hombres más cortos que los mismos navarros;
corpulentos sin sustancia; y, finalmente, hallarás
muy pocos hombres que lo sean: fieras, sí, y fieros
también, horribles monstruos del mundo que no tienen
más que el pellejo y todo lo demás borra,
y así son hombres borrados.
—Pues dime, ¿con qué hacen tanto mal
los hombres, si no les dio la naturaleza
armas como a las fieras? Ellos no tienen garras como
el león, uñas como el tigre, trompas como
el elefante, cuernos como el toro, colmillos como el jabalí,
dientes como el perro y boca como el lobo: pues ¿cómo
dañan tanto?
—Y aun por eso —dijo Critilo— la próvida
naturaleza privó a los
hombres de las armas naturales y como
a gente sospechosa los desarmó: no se fió
de su malicia. Y si esto no hubiera prevenido, ¡qué
fuera de su crueldad! Ya hubieran acabado con todo. Aunque
no les faltan otras armas mucho más terribles y sangrientas
que ésas, porque tienen una lengua
más afilada que las navajas de los leones, con que
desgarran las personas y despedazan las honras; tienen una
mala intención más
torcida que los cuernos de un toro y que hiere más
a ciegas; tienen unas entrañas
más dañadas que las víboras, un aliento
venenoso más que el de los dragones, unos ojos
invidiosos y malévolos más que los del basilisco,
unos dientes que clavan más
que los colmillos de un jabalí y que los dientes
de un perro, unas narices fisgonas
(encubridoras de su irrisión) que exceden a las trompas
de los elefantes. De modo que sólo
el hombre tiene juntas todas las armas ofensivas que se
hallan repartidas entre las fieras, y así,
él ofende más que todas. Y, porque lo entiendas,
advierte que entre los leones y los tigres no había
más de un peligro, que era perder esta vida material
y perecedera, pero entre los hombres hay muchos más
y mayores: ya de perder la honra, la paz, la hacienda, el
contento, la felicidad, la conciencia y aun el alma.