Literatura Española del Siglo XVI

 

3.3.1.- Fray Luis de León
3.3.1.3.- Obra poética

3.3.1.3.0.- Dedicatoria a don Pedro de Portocarrero (1580)

Entre las ocupaciones de mis estudios en mi mocedad, y casi en mi niñez, se me cayeron como de entre las manos estas obrecillas, a las cuales me apliqué más por inclinación de mi estrella que por juicio o voluntad. No porque la Poesía, mayormente si se emplea en argumentos debidos, no sea digna de cualquier persona y de cualquier nombre (de lo cual es argumento el haber usado de Dios de ella en muchas partes de sus Sagrados Libros, como es notorio) sino porque conocía los juicios errados de nuestras gentes y su poca inclinación a todo lo que tiene alguna luz de ingenio o de valor y entendía las artes y maña de la ambición y del estudio del interés propio, y de la presunción ignorante, que son plantas que nacen siempre y crecen juntas, y se enseñorean agora de nuestros tiempos. Y ansí tenía por vanidad excusada a costa de mi trabajo ponerme por blanco a los golpes de mil juicios desvariados y dar materia de hablar a los que no viven de otra cosa. Y señaladamente siendo yo de mi natural tan aficionado al vivir encubierto, que después de tantos años como ha que vine a este Reino, son tan pocos los que me conocen en él, que como Vmd. Sabe se pueden contar con los dedos. Por esta causa nunca hice caso de esto que compuse, ni gasté en ello más tiempo del que tomaba para olvidarme de otros trabajos, ni puse en ello más estudio del que merecía lo que hacía para nunca salir a la luz; de lo cual ello mismo y las faltas que en ello hay, dan suficiente testimonio. Pero como suele acontecer a algunos mozos que, maltratados de los padres o ayos, se meten frailes, ansí estas mis mocedades teniéndose como por desechadas de mí, se pusieron, según parece, en religión, y tomaron nombre y hábito muy más honrado del que ellas merecían; y han andado debajo de él muchos días en los ojos y en las manos de muchas gentes, haciendo agravio a una persona religiosa, y bien conocida de Vmd., a quien se allegaron, con la cual yo en los años pasados tuve estrecha amistad, y no la nombro aquí por no agravialla más. La ocasión de este error Vmd. la sabe, y porque es para pocos, y decilla aquí sería comunicalla con muchos, no la digo. Basta saber, que la persona que he dicho, por condescender con mi gusto, que era vivir desconocido, disimuló, hasta que fatigado ya con otras cosas que la malicia y envidia de algunos hombres pusieron a sus cuestas (de las cuales Dios le descargó como se ha parecido), trató conmigo, que si no me era pesado, le librase yo también de esta carga. Si el reconocer mis obras y el publicarme por ellas fuera poner la vida en condición, en un ruego y demanda tan justa lo hiciera; y no aventurando en ello cosa que importe más, que vencer un gusto mío particular, si lo rehusara no me tuviera por hombre. Y ansí lo hice, o por mejor decir lo hago agora. Y recogiendo a éste mi hijo perdido y apartándole de mil malas compañías que se le habían juntado, y enmendándole de otros tantos malos siniestros, que había cobrado con el andar vagueando, le vuelvo a mi casa y recibo por mío. Y porque no se queje de que le he sacado de la iglesia adonde él se tenía por seguro, envióle a Vmd. para que le ampare como cosa suya, pues yo lo soy: que con tal trueque bien sé que perderá la queja y se tendrá por dichoso.
Son tres partes las de este libro. En la una van las cosas que yo compuse mías. En las dos postreras, las que traduje de otras lenguas de autores así profanos como sagrados. Lo profano va en la segunda parte, y lo sagrado que son algunos salmos y capítulos de Job van en la tercera. De lo que yo compuse juzgará cada uno a su voluntad; de lo que es traducido, el que quisiere ser juez, pruebe primero qué cosa es traducir poesías elegantes de una lengua extraña en la suya sin añadir ni quitar sentencia, y guardar cuanto es posible las figuras de su original y su donaire, y hacer que hablen en castellano, y no como extranjeras y advenedizas, sino como nacidas en él y naturales. Lo cual no digo que he hecho yo, ni soy tan arrogante; mas helo pretendido hacer, y así lo confieso. Y el que dijere que no lo he alcanzado, haga prueba de sí, y entonces podrá ser que estime mi trabajo más. Al cual yo me incliné sólo por mostrar que nuestra lengua recibe bien todo lo que se le encomienda, y que no es dura ni pobre, como algunos dicen, sino de cera y abundante para los que la saben tratar. Mas esto caiga como cayere, que yo no curo mucho de ello; sólo deseo agradar a Vmd. a quien siempre pretendo servir; y el que no me conociere por mi nombre, conózcame por esto, que es solamente de lo que me precio, y lo que, si en mí hay cosa buena, tiene algún valor.

Poesías de Fray Luis de León
(edición, introducción y notas Padre Ángel Custodio Vega,
Cupsa, 1976)