Literatura Española del Siglo XVI
3.- Poesía del Segundo Renacimiento
CAPÍTULO 1
1. El tener padres virtuosos y temerosos de Dios
me bastara, si yo no fuera tan ruin, con lo que el Señor
me favorecía, para ser buena. Era mi padre aficionado a leer
buenos libros y así los tenía de romance para que
leyesen sus hijos. Esto, con el cuidado que mi madre tenía
de hacernos rezar y ponernos en ser devotos de nuestra Señora
y de algunos santos, comenzó a despertarme de edad, a mi
parecer, de seis o siete años. Ayudábame no ver en
mis padres favor sino para la virtud. Tenían muchas. 2. Mi madre también tenía muchas virtudes y pasó la vida con grandes enfermedades. Grandísima honestidad. Con ser de harta hermosura, jamás se entendió que diese ocasión a que ella hacía caso de ella, porque con morir de treinta y tres años, ya su traje era como de persona de mucha edad. Muy apacible y de harto entendimiento. Fueron grandes los trabajos que pasaron el tiempo que vivió. Murió muy cristianamente. 3. Eramos tres hermanas y nueve hermanos. Todos parecieron a sus padres, por la bondad de Dios, en ser virtuosos, si no fui yo, aunque era la más querida de mi padre. Y antes que comenzase a ofender a Dios, parece tenía alguna razón; porque yo he lástima cuando me acuerdo las buenas inclinaciones que el Señor me había dado y cuán mal me supe aprovechar de ellas. 4. Pues mis hermanos ninguna cosa me desayudaban
a servir a Dios. Tenía uno casi de mi edad, juntábamonos
entrambos a leer vidas de Santos, que era el que yo más quería,
aunque a todos tenía gran amor y ellos a mí. Como
veía los martirios que por Dios las santas pasaban, parecíame
compraban muy barato el ir a gozar de Dios y deseaba yo mucho morir
así, no por amor que yo entendiese tenerle, sino por gozar
tan en breve de los grandes bienes que leía haber en el cielo,
y juntábame con este mi hermano a tratar qué medio
habría para esto. Concertábamos
irnos a tierra de moros, pidiendo por amor de Dios, para que allá
nos descabezasen. Y paréceme que nos daba el Señor
ánimo en tan tierna edad, si viéramos algún
medio, sino que el tener padres nos parecía el mayor embarazo.
[Gracián
añade al margen de este pasaje, en su ejemplar de las obras
de la Santa (Salamanca 1588). - No sólo "concertaron"
la fuga, sino que la emprendieron: "... tomando alguna cosilla
para comer, se salió con su hermano de casa de su padre, determinados
los dos a ir a tierra de moros, donde los cortasen las cabezas por
Jesucristo. Y saliendo por la puerta del Adaja... se fueron por la
puente adelante, hasta que un tío suyo los encontró
y los volvió a casa... El niño se excusaba con decir
que su hermana le había hecho tomar aquel camino" (Francisco
de Ribera, "Vida de la M. Teresa", I, 4).]
6. Hacía limosna como podía, y podía poco. Procuraba soledad para rezar mis devociones, que eran hartas, en especial el rosario, de que mi madre era muy devota, y así nos hacía serlo. Gustaba mucho, cuando jugaba con otras niñas, hacer monasterios, como que éramos monjas, y yo me parece deseaba serlo, aunque no tanto como las cosas que he dicho. 7. Acuérdome que cuando murió mi
madre quedé yo de edad de doce años, poco menos. Como
yo comencé a entender lo que había perdido, afligida
fuime a una imagen de nuestra Señora y supliquéla
fuese mi madre, con muchas lágrimas. Paréceme que,
aunque se hizo con simpleza, que me ha valido; porque conocidamente
he hallado a esta Virgen soberana en cuanto me he encomendado a
ella y, en fin, me ha tornado a sí. 8. ¡Oh Señor mío!, pues parece
tenéis determinado que me salve, plega a Vuestra Majestad
sea así; y de hacerme tantas mercedes como me habéis
hecho, ¿no tuvierais por bien no por mi ganancia, sino por
vuestro acatamiento que no se ensuciara tanto posada adonde tan
continuo habíais de morar? Fatígame, Señor,
aun decir esto, porque sé que fue mía toda la culpa;
porque no me parece os quedó a Vos nada por hacer para que
desde esta edad no fuera toda vuestra. CAPÍTULO 11 5. Pues hablando de los principios de los que ya van determinados a seguir este bien y a salir con esta empresa (que de lo demás que comencé a decir de mística teología, que creo se llama así, diré más adelante), en estos principios está todo el mayor trabajo; porque son ellos los que trabajan dando el Señor el caudal; que en los otros grados de oración lo más es gozar, puesto que primeros y medianos y postreros, todos llevan sus cruces, aunque diferentes; que por este camino que fue Cristo han de ir los que le siguen, si no se quieren perder. ¡Y bienaventurados trabajos, que aun acá en la vida tan sobradamente se pagan! 6. Habré de aprovecharme de alguna comparación, aunque yo las quisiera excusar por ser mujer y escribir simplemente lo que me mandan. Mas este lenguaje de espíritu es tan malo de declarar a los que no saben letras, como yo, que habré de buscar algún modo, y podrá ser las menos veces acierte a que venga bien la comparación. Servirá de dar recreación a vuestra merced de ver tanta torpeza. Paréceme ahora a mí que he leído u oído esta comparación -que como tengo mala memoria, ni sé adónde ni a qué propósito, mas para el mío ahora conténtame-: ha de hacer cuenta el que comienza, que comienza a hacer un huerto en tierra muy infructuosa que lleva muy malas hierbas, para que se deleite el Señor. Su Majestad arranca las malas hierbas y ha de plantar las buenas. Pues hagamos cuenta que está ya hecho esto cuando se determina a tener oración un alma y lo ha comenzado a usar. Y con ayuda de Dios hemos de procurar, como buenos hortelanos, que crezcan estas plantas y tener cuidado de regarlas para que no se pierdan, sino que vengan a echar flores que den de sí gran olor para dar recreación a este Señor nuestro, y así se venga a deleitar muchas veces a esta huerta y a holgarse entre estas virtudes. 7. Pues veamos ahora de la
manera que se puede regar, para que entendamos lo que hemos de hacer
y el trabajo que nos ha de costar, si es mayor que la ganancia,
o hasta qué tanto tiempo se ha de tener. -o con sacar el agua de un pozo,
que es a nuestro gran trabajo;. 8. Ahora, pues, aplicadas estas cuatro maneras de agua de que se ha de sustentar este huerto -porque sin ella perderse ha-, es lo que a mí me hace al caso y ha parecido que se podrá declarar algo de cuatro grados de oración, en que el Señor, por su bondad, ha puesto algunas veces mi alma. Si quieres leer el libro completo puedes hacerlo en la dirección de abajo |