Literatura
Española del Siglo XVI
3.- Poesía del Segundo Renacimiento 3.3.- La Ascética y la mística
A doña María Varela Osorio.
Capítulo VI “Madrugó y repartió a sus gañanes las raciones; la tarea de sus mozas.” [Proverbios, 31.15] [...] Así que no sólo la casa, sino también la salud pide a la buena mujer que madrugue. Porque cierto es que es nuestro cuerpo del metal de los otros cuerpos, y que la orden que guarda la naturaleza para el bien y conservación de los demás, esa misma es la que conserva y da salud a los hombres. Pues ¿quién no ve que a aquella hora despierta el mundo todo junto, y que la luz nueva, saliendo, abre los ojos de los animales todos, y que, si fuese entonces dañoso dejar el sueño, la naturaleza, que en todas las cosas generalmente y en cada una por sí esquiva y huye el daño, y sigue y apetece el provecho, o que, para decir la verdad, es ella eso mismo que a cada una de las cosas conviene y es provechoso, no rompiera tan presto el velo de las tinieblas que nos adormecen, ni sacara por el Oriente los claros rayos del sol, o, si los sacara, no les diera tantas fuerzas para nos despertar? Porque si no despertase naturalmente la luz, no le cerrarían las ventanas tan diligentemente los que abrazan el sueño. Por manera que la naturaleza, pues nos envía la luz, quiere sin duda que nos despierte. Y pues ella nos despierta, a nuestra salud conviene que despertemos. [...] [...]Y es cosa digna de admiración
que, siendo estos señores en todo lo demás grandes
seguidores, o por mejor decir, grandes esclavos de su deleite,
en esto sólo se olvidan de él y pierden por un vicioso
dormir lo más deleitoso de la vida, que es la mañana.
Porque entonces la luz, como viene después de las tinieblas
y se halla como después de haber sido perdida, parece ser
otra y hiere el corazón del hombre con una nueva alegría;
y la vista del cielo entonces y el colorear
de las nubes y el descubrirse la aurora, que no sin causa los poetas
la coronan de rosas, y el aparecer la hermosura del sol es una cosa
bellísima.
Pues el cantar de las aves, ¿qué duda hay sino que suena entonces más dulcemente? Y las flores y las yerbas y el campo todo despide de sí un tesoro de olor. Y como cuando entra el rey de nuevo en alguna ciudad se adereza y hermosea toda ella, y los ciudadanos hacen entonces plaza y como alarde de sus mejores riquezas, así los animales, y la tierra y el aire y todos los elementos, a la venida del sol se alegran y, como para recibirle, se hermosean y mejoran y ponen en público cada uno sus bienes. Y como los curiosos suelen poner cuidado y trabajo por ver semejantes recibimientos, así los hombres concertados y cuerdos, aun por sólo el gusto, no han de perder esta fiesta que hace toda la naturaleza al sol por las mañanas. Porque no es gusto de un solo sentido, sino general contentamiento de todos; porque la vista se deleita con el nacer de la luz, y con la figura del aire, y con el variar de las nubes; a los oídos las aves hacen agradable armonía; para el oler, el olor que en aquella sazón el campo y las yerbas despiden de sí, es olor suavísimo. Pues el frescor del aire de entonces templa con grande deleite el humor calentado con el sueño, y cría salud y lava las tristezas del corazón, y no sé en qué manera le despierta a pensamientos divinos, antes que se ahogue en los negocios del día. [...] [...] Vmd.,
que es hija de luz, levántese con ella y abra la
claridad de sus ojos cuando descubriere sus
rayos el sol, y con pecho puro levante sus manos limpias
al Dador de la luz, ofreciéndole con santas y agradecidas
palabras su corazón; y después de hecho esto y de
haber gozado del gusto del nuevo día, vuelta a las cosas
de su casa, entienda en su oficio, que es lo otro que pide en esta
letra el Espíritu Santo a la buena casada, como fin a quien
se ordenó lo primero, que habemos dicho, del madrugar.
Porque no se entiende que, si madruga la casada, ha de ser para que, rodeada de botecillos y arquillas, como hacen algunas, se esté sentada tres horas afilando la ceja, y pintando la cara, y negociando con su espejo que mienta y la llame hermosa. Que, demás del grave mal que hay en este artificio postizo, del cual se dirá en su lugar, es no conseguir el fin de su diligencia, y es faltar a su casa por ocuparse en cosas tan excusadas, que fuera menos mal el dormir. [...]
“Ciñóse de fortaleza, y fortificó su brazo. Tomó gusto en el granjear; su candela no se apagó de noche. Puso sus manos en la tortera, y sus dedos tomaron el huso.” [Proverbios, 31.17-9] [...] Lo que propiamente toca a la mujer casada,
eso diré solamente; porque cuanto de
suyo es la mujer más inclinada al regalo y más
fácil a enmollecerse y desatarse
con el ocio, tanto el trabajo le conviene más. Porque si
los hombres, que son varones, con el regalo conciben ánimo
y condición de mujeres y se
afeminan, las mujeres, ¿qué
serán sino lo que hoy día
son muchas de ellas? Que la seda les es áspera,
y la rosa dura, y les quebranta el tenerse en los pies, y del
aire que suena se desmayan, y el decir la palabra entera les cansa,
y aun hasta lo que dicen lo abortan, y no las ha de mirar el sol,
y todas ellas son un melindre y un
lixo y un asco. Y perdónenme porque les pongo este nombre,
que es el que ellas más huyen, o, por mejor decir, agradézcanme
que tan blandamente las nombro. Capítulo XI “Hizo para sí aderezos de cama; holanda y púrpura es su vestido.” [Proverbios, 31.22] [...] Y porque en esto, y señaladamente
en los afeites del rostro, hay grande
exceso, aun en las mujeres que en lo demás son honestas,
y porque es aquéste su propio lugar, bien será
que digamos algo de ellos aquí. [...]Querría yo saber
de estas mendigantes hermosas, si tendrían por hermosa la
mano que tuviese seis dedos. ¿Por ventura no la hurtarían
a los ojos? ¿No harían alguna invención de
guante para encubrir aquel dedo añadido? Pues ¿tienen
por feo en la mano un dedo más, y pueden creer que dos
dedos de enjundia sobre el rostro les es hermoso?[...]
[...]¿Es por ventura alguna de ellas pequeña? Embute los chapines de corcho. ¿Es otra muy luenga? Trae una suela sencilla, y anda la cabeza metida en los hombros, y hurta esto al altor. ¿Es falta de carnes? Afórrase de manera que todos dicen que no hay más que pedir. ¿Crece en barriga? Estréchase con fajas como si trenzase el cabello, con que va derecha y cenceña ¿Es sumida de vientre? Como con puntales hace la ropa adelante. ¿Es bermeja de cejas? Encúbrelas con hollín. ¿Es acaso morena? Anda luego el albayalde por alto. ¿Es demasiadamente muy blanca? Friégase con la tez del humero. ¿Tiene algo que sea hermoso? Siempre lo trae descubierto. ¿Pues qué, si los dientes son buenos? Forzoso es que se ande riendo. Y para que vean todos que tiene gentil boca, aunque no esté alegre, todo el santo día se ríe, y trae entre los dientes siempre algún palillo de murta delgado, para que, quiera que no, en todos tiempos esté abierta la boca.[...] [...]Éste, pues, sea su verdadero aderezo; y para lo que toca a la cara, hagan como hacía alguna señora de este reino. Tiendan las manos y reciban en ellas el agua sacada de la tinaja, que con el aguamanil su sirviente les echare, y llévenla al rostro; y tomen parte de ella en la boca, y laven las encías, y tornen los dedos por los ojos, y llévenlos por los oídos y detrás de los oídos también, y hasta que todo el rostro quede limpio no cesen; y después, dejando el agua, límpiense con un paño áspero, y queden así más hermosas que el sol. Capítulo XV “Su boca abrió en sabiduría
y ley de piedad en su lengua.”
[Proverbios, 31.26] Thesifone, ceñida de crudeza, Y así era su casa una imagen del infierno
en esto, con ser en lo demás un paraíso; porque
las personas de ella eran no para mover a la braveza, sino para
dar contento y descanso a quien lo mirara bien. Por donde, cargando
yo el juicio algunas veces en ello, me resolví en que de
todo aquel vocear y reñir no se podía dar causa
alguna que colorada fuese, si no era querer digerir con aquel
ejercicio las cenas, en las cuales de ordinario esta señora
excedía. ![]() Un chapín como el que la señora
arrojaba
Puedes leer los Proverbios
que empleó Fray Luis para encabezar y estructurar
su obra pinchando
aquí Si quieres leer el libro completo puedes hacerlo en la dirección de abajo http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/la-perfecta-casada--1/html/
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